sábado, 18 de agosto de 2012

La literatura y la esquizofrenia.


Unas semanas después de leer a Piglia en el malpensante: la vida breve es la gran metaficción y autoficción... un tipo que inventa un mundo y se va a vivir ahí, la dichosa novela por casualidad apareció en mi mesa de noche. Llegó de una compra compulsiva, de libros de segunda, junto con el tomo de un libro de iniciación al ajedrez, edición comprada por pura nostalgia de cuando el tiempo me sobraba, así que para no sentirme tan encadenado a mis fetiches completé la compra con los únicos tomos que estaban en un estado decoroso: La piel del cielo de Poniatowska y la vida breve de Onetti.
El manual de ajedrez reclamó solo unos minutos con fotos vintage de campeones de hace ya un siglo, también un desaliñado y enigmático Tolstoi que juega una partida entre citas dedicadas al juego, el libro dormirá muchos años hasta que algún jugador en potencia, crea que se divertirá mucho y se hará un buen jugador con el estudio, pobre ingenuo, pero bueno, hay vicios más caros e ilusiones más carentes de sentido.
La cosa quedaba entonces entre Poniatowska y Onetti, pero la referencia cercana de la revista me hizo decantar por la vida breve. Me encontré con una prosa fantástica, bueno soy proclive a la prosa argentina, retórica, adornada, fluida: “Gertrudiz murmuró una pregunta y volvió a roncar. La risa de la mujer crecía aguda y poderosa y se cortaba de golpe, moría dejando un silencio oscuro, casi redondo, rellenado por una especie de odio y desesperación familiares”. Poco a poco se va desarrollando la historia sin tener elementos particularmente intensos, siempre con una prosa que me despierta una envidia como no me creía capaz de sentir, pero esto no es más que una referencia a otro gran libro.
Lo realmente interesante es que el protagonista, por demás altamente autobiográfico, empieza a construir otros personajes igual o más interesantes que él y el sabe que esos personajes no existen, pero son lo único valioso que puede hacer en ese momento. El mecanismo me pareció absolutamente esquizofrénico y peor aún, idéntico a la ficción en la literatura, muchos tenemos un Dorian Grey ó un Aureliano Buendía y ahora un Brausen en la cabeza, personajes que nunca existieron pero que han sido creados por esta especie de locura colectiva que es la novela. Esta locura es controlada por el autor pero enriquecida por la interpretación de cada lector, a diferencia del cine donde el personaje de ficción tiene una cara y una personalidad que sería la misma para toda la audiencia, en la literatura cada uno tiene su propio Brausen y estoy seguro que conocemos mejor a esos personajes que a la gente real que se cruza con nosotros en el ascensor todos los días. No digo que la literatura y las novelas en particular puedan enloquecernos como a Don Quijote, solo que casi todos y se lo he escuchado también a algunos escritores, buscamos en la narración una forma de ensanchar ese espacio y tiempo que nos corresponde, nuestra realidad nos parece algo limitada y nos vamos a vivir por ratos en otras realidades, tal vez la diferencia es que nuestra realidad puede parecernos simplemente aburrida o insuficiente y a los locos sencillamente inaceptable.
Blog Ignoria.

He pasado un par de veces por este blog: http://bibliotecaignoria.blogspot.com/    y no me desprendo en menos de una hora; hay artículos, videos, audios y libros completos. Así que como siempre espero hacerles perder mucho tiempo en este blog, pero no se alarmen, el tiempo siempre se pierde.




domingo, 5 de agosto de 2012

La montaña del alma.


Los maleantes sellan la paz untando sangre de animal en sus bocas, los ataúdes cuelgan de los árboles, la niebla devora indolente a los montañistas, las canciones milenarias agonizan en las villas más pequeñas y lejanas mientras son alcanzadas por la censura. China inconmensurable, atemporal, la nostalgia de cientos de pueblos que se amalgaman y que de manera inexplicable conforman un solo país. Este es el marco de dos viajes simultáneos, que en un contrapunteo van tejiendo una historia sin comienzo ni fin, cómo corresponde al país más poblado del planeta. El primer viaje se pregunta por la cultura, por la naturaleza y por la búsqueda de la pureza en lo natural, lo puro debe estar en la montaña sagrada de la que nadie parece haber regresado. El segundo viaje explora el amor, la psicología de los géneros y las historias, reales o no, que han tallado durante milenios formas y límites claros entre lo masculino y lo femenino. La tensión permanente entre hombre y mujer, la conquista, el erotismo, los desencuentros y desamores hacen de este segundo viaje a la montaña del alma, una montaña rusa, armada sobre los temores, los instintos y la presión social que imponen la familia y la moral.

Tenemos así dos narradores, uno en primera persona: El escritor que rescata canciones antiguas antes de que sean cantadas por última vez, el hombre que busca la montaña afuera, en un lugar de su inmensa China, tal vez cerca a donde han visto al hombre salvaje. El otro narrador, el romántico, usa la inusual segunda persona. " Ni tu mismo sabes a ciencia cierta por qué has venido aquí.", esto le permite al autor hacer cambios de ritmo, de lugar y de tema, de matizar sus personajes, mientras mantiene un lenguaje fresco y muy directo. Esta simpleza en el lenguaje, esta ausencia de retórica era indispensable para que pudieran convivir tantas historias breves y tanta geografía sin disminuir el ánimo del lector.

Está tacaña descripción del libro no alcanza a reflejar la riqueza temática y estructural de la novela, busca más bien motivar la lectura de la obra maestra de un premio nobel, dramaturgo , pintor y escritor, quien suma todas sus artes a la hora de leer el momento, el ayer y el territorio de su patria. Sin duda la obra es muy personal, el autor nos comparte lo que lleva en su piel, en sus recuerdos, en sus ideas políticas y en la responsabilidad que le atribuye a su trabajo, cómo dijo Cortazar, la historia la escribe el poder, la novela es uno de los últimos reductos de libertad y Gao Xingjian lo aprovecha al máximo.

lunes, 26 de marzo de 2012

La conciencia del Yo

En la novela de Xingjian se distinguen ciertos temas recurrentes. Son temas que parecen rondar la cabeza del autor. Tal vez se trata de inquietudes urgentes, que el autor ‘digiere’ durante el ejercicio de escribir, bien como elemento central de alguna narración o en forma directa como reflexiones personales. Algunos de los temas más recurrentes son:

- El deseo sexual y el amor
- La búsqueda de lo ‘natural’, lo ‘puro’ como ultimo resguardo de la esencia y sentido de la vida
- La naturaleza del yo

Se podría decir que éste último tema circunscribe a la obra casi en su totalidad. La apuesta por intercalar capítulos en primera y en segunda persona, es sin duda una de las consecuencias de la perspectiva del autor frente a la conciencia del yo. Ésta inquietud también se reflejada en diferentes reflexiones a lo largo del texto. Pero es en especial en los capítulos 26 y 52 donde el autor nos comparte su temor y repudio a ese “maldito ‘yo’ [que] no se ama más que así mismo con locura.” (C.52 p.408)

Xingjian comienza el capitulo 26, recordándonos la naturaleza ‘mutante’ del yo:

“Si concentras tu atención en tu yo, te das cuenta de que se aleja paulatinamente de la imagen que te es familiar, que se multiplica y reviste rostros que te asombran”. (C.26 p.205)

Éste ‘yo’ no solo es de poco fiar, si no que además tiene una tendencia natural de proyectarse a si mismo en los demás. La tendencia a buscar rostros familiares, patrones que más o menos quepan en la lógica individual:

“… o incluso dando un paseo por la calle, no elegía más que los rostros o las siluetas próximas a aquellos que me resultaban familiares… Cuando observo a los otros, los considero como espejos que me devuelven mi propia imagen” (C.26 p.206)

Esta comprensión del prójimo es pues “superficial y arbitraria”. Para Xingjian, éste mecanismo subjetivo, imperfecto y arbitrario de comprensión de ‘el otro’ deriva en (o tal vez desciende de) la naturaleza egoísta y arrogante del yo:

“El problema radica en la toma de conciencia interior de mi yo, ese monstruo que me atormenta sin cesar. El amor propio, la autodestrucción, la reserva, la arrogancia, la satisfacción y la tristeza, los celos y el odio, provienen de él, el yo es de hecho la fuente de la desdicha de la humanidad”. (C.26 p.206-207)

Xingjian también nos propone una posible explicación sobre la evolución de la conciencia individual (y por simetría también de la conciencia colectiva). En su versión, el hombre primitivo carecía de conciencia individual. Ésta emergería muy temprano como consecuencia del temor a la muerte. En éste estadio, el conocimiento de si mismo provenía del temor a lo que el otro (el ‘tú’) era capaz de infringir en mi persona:

“...lo ajeno al ‘yo’ se transformó en lo que se denomina el ‘tú’… Sólo el hecho de apresar o de ser apresado, de estar sometido o de someter, le confirmaba en su existencia.” (C.51 p.400)

De forma similar aparecería la tercera persona:

“...fue la existencia de eres diferentes la que hizo retroceder la conciencia del ‘yo’ y del ‘tú’”. (ídem)

En mi opinión, un elemento decisivo, el ‘motor’ que alimenta la inquietud y la perspectiva del autor hacia la conciencia individual es una muy personal e irremediable soledad. Ésta angustia de hecho se podría interpretar como la fuente o el impulso básico que desencadenaría la construcción de su obra. El relato (si así se puede llamar) de un viaje espiritual en busca de ‘el sentido’ de su propia vida. Sin embargo este tema daría mucho de que hablar. Por ahora baste con detenerse en el capítulo 52. Es allí donde aparece una muy corta mención a esta soledad y como de ella podría desprender el impulso creador de la novela:

“Sabes que mi soledad es irremediable, …, no puedo recurrir a otro que a mí como interlocutor de mis discusiones”. (C.52 p.405)

En este proceso creador, el ‘tú’ es objeto del relato e interlocutor del ‘yo’. Como el ‘yo’, este ‘tú’ adolece de cierta indefinición (la mutación constante, entre lo vivido, lo soñado, lo recordado, lo sentido y lo interpretado) y por su puesto de soledad. La soledad del ‘tú’ engendrará pues a ‘ella’, quien dará forma a toda suerte de experiencias, fantasmas e ilusiones ligados a las relaciones con las mujeres.

Más que una obra acabada, la novela deja en mi la sensación de ser un extenso borrador. Una colección más o menos congruente de elementos, algunos de ellos muy finamente detallados, otros más bien bosquejados. Así la obra es (al igual que el yo) mutante. De ser un relato (o dos relatos) sobre el derrotero concreto hacia la montana del alma se transfigura en un viaje más de carácter intimo, espiritual.

Xingjian logra introducirnos en una atmosfera de soledad y desesperanza muy individual. No solo a través de sus disquisiciones filosóficas, si no también a través de fracciones de recuerdos de niñez, fantasías, temores, leyendas, mitos, descripciones de paisajes bucólicos y, muy en especial, los diálogos entre ‘tú’ y ‘ella’. Con estos diálogos Xingjian parece presentarnos pruebas fehacientes de la brecha insuperable entre los sexos. Una demonstración de la imposibilidad de la comprensión y la unidad. Un espacio intermedio en donde el ‘yo’ y el ‘tu’ se disipen en un ‘nosotros’ es para el autor una opción inverosímil.

Ésta es una de las cualidades del Autor. A través de su narración, Xingjian construye un mundo donde los espacios para la bondad se reducen al imposible. ‘Ella’ parece percibir esta tendencia del autor cuando dice que sus ‘historias son cada vez más perversas, cada vez más triviales.’ (C.31, p.241). De hecho, para Xingjian es el temor al otro la fuente que da vida a la conciencia individual. Otras opciones como la satisfacción en la acción mancomunada, la bondad o la ternura parecen estar desterradas, o pertenecer a construcciones ‘a posteriori’. Lo más básico, lo más puro, lo más natural es destilado en el capitulo 80: el dolor, el miedo, la soledad total.